Si existen dos cosas inevitables a todos los mortales, estas son los impuestos y la muerte.
En el Antiguo Egipto (y aún en el juicio del Arcángel Miguel) se creía en la psicostasis, la última prueba, esto es, el justo pesado de las almas. Pesado, pero justo… En una balanza, la pluma de Maat, diosa de la justicia; en la otra, el corazón del difunto. Primero, la confesión en negativo. Negar puede ser obviar, evitar o mentir. Después de que negara haber cometido delito o pecado alguno, Anubis (o San Miguel) procedía al pesado de su alma: solo el corazón que fuera más ligero tendría la pureza necesaria para acceder al Más Allá. Pesado, pero justo.
Siempre pensaba que debía ser un error de traducciones milenarias, que sería más justo que el corazón más bondadoso fuera el que declinara la balanza en su favor. Aunque tal vez por eso dicen que la conciencia pesa.
Pongamos ahora una extraña, hipotética y, por supuesto, ficticia situación; un justo pesado, pero esta vez de derechos. En uno de los platos de la balanza situamos unas monedas; 30, por ejemplo. En el otro plato se van colocando diferentes bolsas, marcadas por números anónimos, y cuyo interior se desconoce. A una de esas bolsas se le dan tres monedas de la otra balanza, y no se le quita nada; a la siguiente, le quitan dos monedas, pero se le devuelven; y a la tercera se le quitan tres monedas.
La balanza vuelve a quedarse equilibrada.
Sería justo que esta tercera bolsa se preguntara por qué ha sido tan injusta la balanza, y en ese caso, la bolsa saltaría de ella y no volvería a entrar. En el siguiente pesado, una de las bolsas recibe tres monedas; la segunda bolsa recibe otras tres, sin quitarle nada, y a una última le devuelven dos que había dado.
La balanza se desequilibra.
Desde la lejanía, en un oasis (o paraíso), la bolsa que huyó observa y critica, y se mantiene. Con el tiempo, la balanza comienza a tambalearse, el desierto se hace más grande, y la balanza original apenas conserva monedas, y todas oxidadas. Las bolsas se desgarran, y claman saber cuánto hay en las bolsas del oasis. Estas declaman su alta defensa, sin preguntarse qué hay en el interior de las bolsas que quedan.
¿Justa fue la huida? ¿Era injusta la balanza? Dura lex sed lex.
Tal vez haya empezado con erróneo paso; puede que el dicho sea más antiguo, y que la muerte y los impuestos no sean inevitables, sino equiparables.
https://nuso.org/articulo/sin-impuestos-no-hay-igualdad/